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lunes, 20 de julio de 2020

Ennio Morricone, el genio de la música que soñó con ser Gran Maestro

El ajedrez es una disciplina milenaria que ha ido evolucionando con el paso de los años hasta convertirse en el juego que conocemos hoy en día. Esta dilatada trayectoria en el tiempo implica, necesariamente, la vinculación con otras disciplinas deportivas, juegos o expresiones artísticas y culturales.


Foto: Pixabay // Public Domain

De esta forma, y tal y como ya hemos visto en varias ocasiones, el ajedrez presenta similitudes con muchas otras disciplinas, como puede ser el caso del póker, uno de los juegos de casino más populares en la actualidad. No obstante, hoy la vinculación con nuestro arte nos llega de la mano de la música y, más en concreto, del genio Ennio Morricone.

Para los amantes del cine, Ennio Morricone es sinónimo del spaghetti western, pues fue como creador de bandas sonoras de este género como alcanzó el éxito dentro de la industria cinematográfica. Cintas como La muerte tenía un precio o El bueno, el feo y el malo, no serían lo mismo sin sus bandas sonoras, de las que Morricone era su autor. A lo largo de toda su trayectoria, esta leyenda viva del cine llegaría a componer más de 500 bandas sonoras, lo que le llevó a ganar un Oscar Honorífico en 2006 y el Oscar a Mejor Banda Sonora diez años más tarde por su trabajo en Los odiosos ocho de Quentin Tarantino.

El pasado 6 de julio la triste noticia de la muerte del compositor italiano a los 91 años cogió por sorpresa a todo el mundo. Tan solo un mes antes había sido galardonado con el Premio Princesa de Asturias de las Artes, un reconocimiento que se falló de manera telemática y que el italiano compartió con el también músico John Williams. Un premio que se suma a una larga lista de galardones que ponen en valor su carrera como compositor, una profesión que podría no haber ejercido nunca si se hubiera dedicado a otras de sus grandes pasiones: el ajedrez.

Así lo reconoció el propio Morricone en varias entrevistas a lo largo de su vida, afirmando que si no hubiera seguido el camino de la música le habría gustado convertirse en ajedrecista profesional. Y es que el célebre compositor italiano era un gran aficionado a este deporte mental, tanto que incluso uno de sus discos lleva por título “Tablero de ajedrez musical”. Su primeros pasos en la disciplina de los 64 escaques los dio de manera individual, pero pronto recibiría clases del maestro Stefano Tatai, quien se coronó hasta en doce ocasiones como campeón de Italia. De Tatai aprendió la apertura e4, la que siempre empleaba en sus partidas y que catalogaba como ”un bajo continuo”.


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Foto: Pxhere // Public Domain

Morricone habla de sus años de aprendizaje con el campeón italiano en sus memorias, En busca de aquel sonido: Mi música, mi vida. En esta obra el compositor también reflexiona sobre la estrecha relación que existe entre la música y el ajedrez, señalando que ambas disciplinas son actividades creativas que se basan en procedimientos lógicos que implican, a su vez, cuestiones de probabilidad y diversas combinaciones horizontales y verticales. Esta vinculación explicaría, según Morricone, el hecho de que grandes músicos, como Mark Taimanov o Jean Philippe Rameau, también triunfaran en el campo del ajedrez.

Si bien dedicarse profesionalmente a esta disciplina fue un sueño no cumplido para el compositor italiano, Morricone pudo presumir de haberse enfrentado a algunos de los mejores jugadores del mundo. Así, en el año 2000 se midió ante Boris Spassky en Turín, en una partida que finalizaría en tablas. Menos suerte tuvo contra los Grandes Maestros Garri Kasparov, Anatoli Karpov y Peter Leko, que vencieron a Morricone sin dificultades. Asimismo, Morricone también llegó a enfrentarse a la ajedrecista húngara Judit Polgar, que comentó a los medios de comunicación que antes de una partida siempre escucha música del compositor italiano.

Morricone, que participó en el Campeonato de Italia de ajedrez en 2012 y 2016, también compartió tablero con personajes del mundo del cine, como el director Terrence Malick, de quien dijo que era mucho mejor ajedrecista que él. Por otra parte, en su autobiografía también señala que Bobby Fischer y Mijail Tal eran dos de sus grandes referencias en esta disciplina, asegurando que ambos crearon movimientos que distraían al contrincante hasta tal punto que no tenía tiempo para reflexionar su siguiente movimiento.

Ennio Morricone tuvo el honor, además, de componer el “Himno de los ajedrecistas” para la trigésimo séptima edición de las Olimpiadas de Ajedrez de Turín que se celebraron en 2006. Precisamente, la Federación Italiana de Ajedrez ha tenido un recuerdo para el compositor, considerado por muchos como el músico del ajedrez.

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